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Estado: Finalizada
Autor: Er Gen (耳根)

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CAPITULO 1548

Capítulo 1548: ¡Vicioso! Meng Hao dejó salir un largo suspiro mientras caminaba hacia el Trigésimo Tercer Cielo.

Para cuando llegó, todos los Forasteros de allí estaban muertos.

Sus cuerpos de carne estaban destruidos hasta los huesos.

Sus recuerdos y líneas de sangre fueron destruidos, y sus almas extraídas.

Las almas capturadas fueron entregadas a Meng Hao por el ejército de la Escuela de la Vasta Expansión.

Él planeó en el aire sobre la propia masa de tierra, vertiendo las almas en el mar de llamas, donde sufrirían un tormento eterno.

"Eso fue demasiado rápido", dijo Meng Hao con una voz suave.

"De aquí en adelante, pasen un día completo aniquilando cada masa de tierra".

En respuesta a sus palabras, los cultivadores de la Escuela de la Vasta Expansión se estremecieron.

En este punto, comprendieron completamente la insana profundidad del odio de Meng Hao por los 33 Cielos.

Con eso, Meng Hao levantó su pie derecho y lo estampó contra el Trigésimo Tercer Cielo.

Sonidos retumbantes resonaron mientras las grietas se extendían hasta llenar toda la masa de tierra.

Entonces, empezó a desmoronarse.

Los edificios se derrumbaron.

Todo fue destruido, transformado en nada más que polvo.

Todo ocurrió en unos instantes.

El Trigésimo Segundo Cielo quedó al descubierto, junto con los innumerables Forasteros aterrorizados que había en él.

Empezaron a gritar miserablemente mientras Meng Hao agitaba su mano, enviando al ejército de cultivadores a la ofensiva.

Mientras comenzaban su carga, Meng Hao miró a un Forastero en particular.

"Me acuerdo de ti", dijo.

"Por aquel entonces, eras un Señor Imperial, y lo sigues siendo ahora.

Qué pena que no hayas progresado".

El forastero tembló y comenzó a retroceder.

Pero entonces, fue arrastrado por el aire hacia Meng Hao, gritando de terror y desesperación.

Meng Hao le agarró por el cuello y aplastó metódicamente sus huesos.

Sus gritos llenaron todo el Trigésimo Segundo Cielo mientras Meng Hao usaba un día completo para destruir su cuerpo carnal y después extraer su alma.

En ese momento, el Trigésimo Segundo Cielo estaba completamente en silencio.

Todos los Forasteros murieron gritando, burbujeando con resentimiento que se elevó en el aire en forma de una poderosa aura, que después desató una presión sofocante.

Meng Hao miró sus almas por un momento antes de recogerlas y arrojarlas al tormento eterno del mar de llamas.

"¿Un aura de resentimiento? ¡Desaparece!" Meng Hao dejó salir un arrumaco frío, cuyo sonido resonó como un trueno a través del cielo estrellado.

El aura de resentimiento se rompió instantáneamente y se desvaneció en la nada.

"El resentimiento es inútil.

Después de todo, el resentimiento del Reino de las Montañas y los Mares de entonces superaba exponencialmente este resentimiento".

La intención asesina parpadeó en sus ojos mientras agitaba su mano hacia las tierras de abajo.

Se oyó un estruendo cuando el Trigésimo Segundo Cielo se hizo añicos, transformándose en nada más que cenizas.

Los restos de los pecadores fueron borrados y el Trigésimo Primer Cielo quedó al descubierto.

Fue en este momento cuando una voz llena de locura, dolor y furia resonó desde el Trigésimo Primer Cielo.

"Meng Hao, si te atreves a avanzar un paso más, ¡destruiremos la Mariposa de las Montañas y los Mares!".

Al mismo tiempo, incontables figuras salieron disparadas desde el Primer Cielo hacia la Mariposa de las Montañas y los Mares.

Cuando Meng Hao vio eso, se rió.

Esa risa se hizo más y más fuerte, llenando el cielo estrellado.

Los Forasteros del Primer Cielo que estaban intentando invadir la Mariposa de las Montañas y los Mares temblaron y se detuvieron.

Habían perdido su capacidad de movimiento, e incluso habían perdido el control de sus bases de cultivo.

En sus rostros aparecieron miradas de confusión mientras permanecían inmóviles.

Al mismo tiempo, una poderosa presión comenzó a acumularse a su alrededor.

Dentro de esa presión, podían sentir el flujo del poder del Tiempo.

No era Meng Hao, sino más bien, una fuerza que fluía desde el ataúd cercano.

¡Aparentemente, sólo aquellos que tenían su permiso podían entrar en esa área! Gritos espeluznantes sonaron desde debajo del Primer Cielo, haciendo eco hasta el Trigésimo Primer Cielo.

Todos los Forasteros que lo oyeron se quedaron temblando y desesperados.

Sin embargo, ninguno de ellos podía autodetonarse o suicidarse.

Se veían obligados a esperar a que sus enemigos vinieran a matarlos, a atormentarlos, a extraerles el alma y enviarlos al mar de las llamas.

"Incluso si no cuentas la era del Paragon Nueve Sellos, sólo el odio que yo he experimentado ha durado dos mil años", dijo Meng Hao.

"Acabar con él rápidamente sería un error." "Por lo tanto, todos los Forasteros de los 33 Cielos continuarán pagando el precio por la destrucción del Reino de las Montañas y los Mares".

Meng Hao no sentía que este castigo fuera excesivo, o que estuviera siendo cruel.

Era simplemente un pago por los incontables muertos del Reino de las Montañas y los Mares.

Cuando los 33 Cielos invadieron el Reino de las Montañas y los Mares, no sólo mataron a los cultivadores.

También masacraron a los mortales.

Anhelaban la completa y total destrucción del Reino de las Montañas y los Mares.

Para Meng Hao, el odio resultante significaba que ninguna cantidad de tormento era excesiva.

El ejército de cultivadores empezó a extenderse por el Trigésimo Primer Cielo para desatar la destrucción.

Un día después, descendieron al Trigésimo Cielo.

En los días siguientes, se abrieron paso hasta el Décimo Quinto Cielo.

Para entonces, las mentes de los Forasteros supervivientes estaban abrumadas por el terror.

Suplicaron y Lloraron.

Pero Meng Hao no tenía piedad de ellos.

No podía dejar de pensar en la brutalidad de la destrucción del Reino de las Montañas y los Mares, y en toda la desesperación que había visto en los rostros de la gente que conocía antes de que murieran.

En aquel entonces, había odiado el hecho de que su base de cultivo fuera insuficiente.

Había odiado la brutal injusticia del Cielo y la Tierra.

Ahora, flotaba en el aire por encima del Décimo Quinto Cielo, con la voz llena de dolor mientras murmuraba: "Escucha...

¿Oyes eso? "Las almas del Reino de las Montañas y los Mares que cayeron en manos de los Forasteros...

¿oyes eso?" "Están suplicando, rogando, llorando.

¿Qué piensas? ¿Debemos perdonarlos?" Después de un momento, dijo: "Escucho tu respuesta.

No.

No los perdonaremos.

Las deudas de sangre deben pagarse con sangre.

Ansiaban destruir a la gente de las Montañas y los Mares, ¡así que los aniquilaré por completo!".

Parecía triste y, sin embargo, sonreía.

Riéndose, levantó la mano, deteniendo el avance del ejército de la Escuela de la Vasta Expansión.

"A partir de ahora", dijo con frialdad, "no tienen que hacer nada".

Con eso, miró hacia el Décimo Quinto Cielo y rugió: "Escúchenme, los que se han rebelado contra las Montañas y los Mares.

Hay tres Paragones de 9 Esencias entre ustedes.

Ustedes tres, ¡salgan inmediatamente!".

Su voz resonó como un trueno en todos los Cielos restantes de abajo.

Cuando destruyó el Espacio del Eón, pudo sentir que los 33 Cielos eran mucho más fuertes que en el pasado.

En la guerra original, no tenían ningún Paragón de 9 Esencias.

Pero ahora tenían tres, o cuatro si se cuenta a Dao Fang.

Cuando su voz resonó, las quince masas de tierra temblaron.

Los tres Paragones a los que se había referido comenzaron a temblar.

No se habían atrevido a intentar luchar contra Meng Hao o su ejército de la Escuela de la Vasta Expansión, y en su lugar habían huido, esperando aguantar lo suficiente para ser salvados por el Continente del Dios Inmortal y el Reino Diablo.

Tan pronto como mostraron sus caras, fueron agarrados por la voluntad divina de Meng Hao y arrastrados fuera de las masas de tierra.

Uno de ellos era un Forastero que parecía un hombre de mediana edad.

¿Cómo podía Meng Hao haber olvidado a este hombre? Cuando los 33 Cielos invadieron el Reino de las Montañas y los Mares, había sido un Paragon de 8 Esencias.

Los otros dos eran cultivadores que habían sido posteriormente preparados por el Continente del Dios Inmortal y el Continente Reino Diablo.

Obviamente, esas dos fuerzas habían pagado un alto precio para ayudar a estos Forasteros a alcanzar el nivel de 9 Esencias.

En el pasado, los 33 Cielos nunca habían tenido cultivadores de 9 Esencias.

A lo sumo, tenían gente que estaba a punto de avanzar.

En aquellos días, el poder de los cultivadores de 9 Esencias como este habría sido como el poder de los Cielos para Meng Hao.

Pero ahora, podía ver que incluso aunque estuvieran en el nivel de 9 Esencias, sus 9 Esencias habían sido realmente forzadas sobre ellos.

Una simple mirada reveló que no habían usado su propio Dao para adquirir esa Esencia final.

De hecho, incluso su octava Esencia era así.

Los tres juntos habrían sido incapaces de derrotar a un verdadero experto del nivel de 9 Esencias.

Los tres estaban temblando, sus rostros estaban llenos de desesperación mientras miraban a Meng Hao y al enorme ejército detrás de él.

Uno de ellos apretó los dientes y dijo: "El Continente del Dios Inmortal y el Reino Diablo están llegando.

Estás muerto, Meng Hao.

¡Muerto!" Meng Hao no respondió.

Agitó su dedo, y el cultivador de 9 Esencias en medio del grupo de tres estalló en llamas, y empezó a gritar miserablemente.

Los otros dos aullaron, liberando todo el poder de sus Esencias mientras intentaban huir.

Meng Hao agitó su mano derecha, causando que surgiera un viento negro como el carbón, que envolvió instantáneamente a uno de los Paragones que huían.

Su carne y su sangre fueron desolladas, y gritó mientras era arrastrado de nuevo hacia los otros cultivadores de 9 Esencias, donde también estalló en llamas.

Estos magníficos cultivadores de 9 Esencias eran como hormigas para Meng Hao.

Si no fuera por el hecho de que deseaba atormentarlos, podría haberlos matado con una simple mirada, o simplemente rozándolos con la voluntad divina.

"Y eso sólo te deja a ti", dijo Meng Hao.

"Mucho tiempo sin vernos".

El último experto en 9 Esencias era el hombre de mediana edad que había sido una vez el experto más poderoso de los 33 Cielos.

Ahora, estaba temblando, e incluso intentó decir algo en su defensa.

Antes de que pudiera, Meng Hao se adelantó, agarró la cabeza del hombre, y entonces empezó a golpearla contra la superficie de la masa de tierra.

¡Boom! ¡Boom! ¡Boom!

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